viernes, 18 de agosto de 2017

Parashá 47 Reé

Parashá 47 Reé
Parashá 47 Reé
Deuteronomio 11:26 – 16:17

Para ser compartida en el Shabat del 27 de AV de 5.777
Agosto 19 del 2017
Primera alía (11:26-12:10)
Segunda alía (12:11-12:28)
Tercera alía (12:29-14:9)
 
Cuarta alía (14:10-14:21)
 Quinta alía (14:22-14:29)
Sexta alía (15:1-15:18)
Séptima alía (15:19-16:17)

Haftará: Isaías 54:11 – 55:5
Brit Hadasha Revelación 7:9 – 9:21

Reé Contempla o mira. Significa ¡observa! Es más fuerte que Shemá que habla de Escuchar y obedecer. Tiene que ver con una percepción más profunda, una visión interior, con los ojos del corazón. Pues el observar nos involucra el llevarlo a la práctica; el vivir la torah.
Resumen Parashá Reé –
 “La bendición si cumplierais...” (Devarim 11:27)
"Fíjate, que hoy pongo delante de ti la bendición y la maldición. La bendición si cumplieras los mandamientos que te encomiendo... y la maldición si no cumplieras los mandamientos...".
Entre la bendición y la maldición es decir entre bien o mal. Aquí la parasha, Nos quiere enseñar que la bendición en sí se encuentra en el cumplimiento de los preceptos y no como resultado de los hechos, mientras que la maldición es el efecto de no escuchar y cumplir con los preceptos que el Todopoderoso nos encomienda. Amen.
La sensación de todo Israelita se ve reflejada por la expresión "OL", yugo, y así escuchamos en diferentes ocasiones "el yugo de los preceptos", "el yugo de la Toráh" o expresiones como servidumbre etc. Esta parashá nos enseña cómo debe ser nuestro comportamiento y relaciones.
El Todopoderoso NO necesita de nuestros hechos, como tampoco disfruta de nuestro servicio; así como un padre desea el buen comportamiento de su hijo por su bien, así El Eterno "espera" nuestro desenvolvimiento dentro de los parámetros de la Toráh para nuestro bien, al igual que el ingeniero que programa una máquina, "sabe" sobre la necesidad de cada pieza y el buen funcionamiento de la misma, pues también Elohim, como razón de todo lo Creado, nos dio la vida en este mundo con ese manual de uso llamado la Torá. Así como no es
Lógico manejar un automóvil sin conocer las normas de conducción, tampoco es posible pensar que algo tan complejo como lo es nuestra vida, podamos desenvolverla solamente con la intuición o la lógica. O en algunos casos con filosofías baratas; o teologías egocéntricas humanas.
La Parashá Tras enumerarnos una larga lista de obligaciones y prohibiciones como la sangre, los animales impuros, la idolatría, las costumbres paganas etc., nos advierte la Torá sobre los sesudos profetas, hacedores de milagros y de maravillas, lectores del futuro, intérpretes de sueños, que en el momento que contradigan cualquiera de las obligaciones de la Torá, tendremos que desecharlos ya que la verdad de la Torá no depende de situaciones ni de tiempos, pues la naturaleza fue creada sobre la base de la propia Torá  es decir basada el verbo divino de Elohim  y no que la Torá sea un libro de normas para corregir lo creado.
"Se fijó el Eterno en la Torá e hizo al hombre". "Hijos sois para el Todopoderoso". "Lo Titgodedu" es una expresión que nuestros Sabios tradujeron fuera de su normal explicación como prohibición de arañarse la cara por señal de luto, sino como: No hagan grupos (Gedud). La división en grupos va en contra del deseo Divino; doce tribus formaron el pueblo de Israel pero todos unidos bajo la misma dirección, no estaba en la diferencia el pecado sino la separación. Dos mil años de diáspora entre los pueblos hicieron aparecer una nueva generación de esas doce tribus, cada una con sus costumbres, con sus tradiciones, hasta con sus leyes, y todo eso no los separaba, sino estaban unidos pero con ciertas diferencias.
El Pueblo de Israel se destacó en todas sus épocas por esa unión que los ataba con sus hermanos del otro lado del mar o del continente, mismo cuando la relación familiar que podían tener se alejaba mucho más allá que la del país donde vivía. "Banim Atem La Adonay - Hijos sois para Adonay". Amen.

La lectura de esta semana, Reé , comienza con el versículo “Mira “bendiciones” y las “maldiciones” de la vida son resultado de cómo miramos las cosas.
Quiero compartir dos ejemplos de este concepto.
El ciervo y el águila
La semana pasada tuve, gracias a D-os, una buena dosis de Najes. Estuve en Buenos Aires para celebrar el Brit Milá de nuestro nieto porteño, Tzvi Hirsch Shemtov quien lleva el nombre de su bisabuelo, Rabino Tzvi Hirsch Chitrik, A”H. Tzvi Hirsch quiere decir “ciervo” en hebreo e Idish, respectivamente.
En el brindis se habló sobre el significado del nombre mencionando la apertura del Shuljan Aruj (Código de Leyes Judías) que cita el dicho talmúdico que dice que “uno debe ser audaz como el leopardo, ligero como el águila, veloz como el ciervo y fuerte como el león para cumplir con la voluntad de nuestro Padre Celestial”.
El Shuljan Aruj explica qué quiere decir cada una de dichas características aplicadas en la práctica:
“Audaz como el leopardo” se refiere a no dejarse impresionar por los que se burlan de uno por su conducta religiosa.
“Ligero como el águila” se refiere a la rapidez para desviar la vista de lo que no debe mirar.

 “Veloz como el ciervo” se refiere a la velocidad para correr a hacer buenas acciones.
“Fuerte como el león” se refiere a la fuerza para controlar y dominar el instinto de uno.
Planteé una pregunta que hace mucho me llamaba la atención: la velocidad del ciervo se expresa cuando se escapa de su depredador y la velocidad del águila se ve cuando persigue su presa. ¿Por qué, entonces, cuando la Mishná aplica las cualidades de estos dos en la práctica de la conducta humana, se lo hace al revés, aplicando la velocidad del águila al escape (del mal) y la rapidez del ciervo a la persecución (del bien)?
Mi hijo Mendy planteó la siguiente solución.
La rapidez del ciervo es el resultado del miedo. Corre cuando está huyendo del peligro. La rapidez del águila es el resultado de su ambición. Se manifiesta cuando persigue la presa que le servirá de alimentación para él y sus pichones. Ambos corren como resultado de sus respectivos instintos. El hombre, en cambio, aplica dichas cualidades con criterio. Es la huida del mal lo que lo impulsa a hacer el bien y es el afán por hacer el bien lo que lo ayuda a escaparse del mal.
Funciona así: si uno es motivado por hacer el bien únicamente por el beneficio que le puede producir, es capaz de decidir que tiene suficientes logros y no necesita ser tan ambicioso. Lo lleva a aflojarse en el desempeño de su misión de vida. Ahí es cuando la característica del ciervo, la huida del peligro, lo puede ayudar. El miedo a caer en manos del mal lo empuja para que se dedique a hacer el bien. Aunque se conformaría con menos logros, el miedo de caer en manos de los males que vienen como consecuencia del ocio lo motivan a seguir adelante. Cuando uno escala una montaña si no sube, cae.
Conversamente, cuando se trata de apartarse del mal, uno puede estar motivado por el temor a las consecuencias o puede evitar el mal por estar demasiado ocupado con hacer el bien.
El águila no tiene tiempo para mirar donde no debe porque está concentrado con atrapar su presa.
Kiruv: El bien más grande que existe
La parashá de esta semana señala al mesit, alguien que incita a los judíos a adorar ídolos, otorgándole el trato más duro para cualquier transgresor en la Torá. El pasuk dice: “No asentirás a él [el misionero] y no lo escucharás, tus ojos no tendrán compasión de él y no te apiadarás. Sino que ciertamente lo matarás” (Devarim 13:9, 10).
Estas tan inusuales instrucciones comprenden cinco mandamientos negativos diferentes, que el Rambam (Hiljot Sanhedrín 11:5) resume como sigue:
Las leyes pertinentes a un mesit, quien incita a otros a servir a dioses falsos, difieren de las que aplican a otros que tienen pena de muerte.
1) Le ocultamos los testigos.
2) No necesita advertencia, como necesita el resto de los ejecutados.
3) Si salió de la corte como inocente, y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su condena”, se lo devuelve [y se lo vuelve a juzgar].
4) Si fue sentenciado a muerte y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su liberación”, no es llevado de nuevo a juicio.
5) La corte no presenta argumentos en favor de un mesit. Y se coloca en la corte que lo juzga a un anciano, a un eunuco y a una persona que no tiene hijos, para que no le tengan misericordia. Porque la crueldad hacia quienes descarrían al pueblo hacia el vacío trae misericordia al mundo, como dice la Torá: “Para que vuelva El Eterno de su ira y te dará misericordia” (Devarim 13:18).
La misma Torá, cuyo principio fundamental es ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’, nos obliga a no tener piedad hacia el mesit, y a buscar agresivamente su condena y ejecución.
Rav Aharón Kotler, en Mishnat Rav Aharón (vol. 1, p. 254), deriva la siguiente idea de las leyes particulares del mesit.
Nuestros sabios nos enseñan que el deseo de El Eterno de recompensar es 500 veces mayor a su deseo de castigar. Esto se deriva del pasuk en Shemot (34:7, ver Rashi allí) que dice que el castigo sólo puede extenderse hasta la cuarta generación, mientras que la recompensa puede extenderse por 2.000 generaciones.
En consecuencia, explica Rav Aharón, si un mesit se considera el peor transgresor que puede haber y, como resultado, es tratado con mayor severidad que incluso un asesino o un idólatra, el opuesto al mesit, es decir, un mekarev, quien hace retornar judíos a la Torá, debe ser la persona más recta de todas, y será recompensada 500 veces más que lo que el mesit es castigado.
Es importante notar lo rigurosas que son las condiciones de la Torá para el mesit. Si alguien le dijera al gadol hador: “Reverénciate ante un teléfono porque responderá tus plegarias”, y el gadol lo echara de inmediato, diciendo: “Eres un lunático, vete de aquí”, la persona se considera mesit a pesar de que sus palabras no tuvieron impacto. El mero intento de alejar a una persona de la Torá categoriza a alguien como mesit.
Muchas personas que dedican sus vidas al kiruv creen erróneamente que sus esfuerzos por otros judíos son importantes sólo si la persona con la que trabajan se vuelve shomer shabat. Con certeza, esto es un gran logro, pero no es lo que le confiere a la persona el elevado y codiciado estatus de mekarev. Si una persona es considerada mesitsólo en virtud de su intento de alejar a alguien del judaísmo, entonces quien intenta acercar a alguien al judaísmo debe ser considerado unmekarev sólo en base a su intención.
Tomar la iniciativa e intentar reconectar a un judío al judaísmo es considerado por El Eterno como el bien más grande que hay, y es merecedor de la más grande recompensa. El impacto real que tengamos en el otro judío es secundario.
Quien intenta alejar a un judío busca alejar al mundo de El Eterno, creando así un jilul El Eterno. Esto se contrapone a quien trata de acercar a un judío a su Padre celestial. El segundo busca aumentar la conciencia de Dios en el mundo, y con sólo hacer un esfuerzo creakidush El Eterno. Si lo consigue, entonces el logro es mucho mayor. Y si esto es cierto para quien llega a un solo judío; ¡cuanto más aplica a quien se esfuerza genuinamente para impactar a todo klal Israel, para llegar a todo el pueblo judío!
Mérito incomparable
El Jovot Halevavot escribe algo increíble:
Las buenas acciones de una persona no la convierten, por sí solas, en merecedora de la recompensa en el mundo venidero. Dios la considera merecedora sólo por dos factores más en adición a sus buenas acciones. El primero es que le enseña a los demás sobre el servicio a Dios y los guía para hacer el bien… El segundo es la bondad y la beneficencia de Dios.
(Sháar HaBitajón, cap. 4)

Una persona puede servir a Dios con todo su corazón y elevarse al nivel de los ángeles, puede ser un ángel en su entendimiento espiritual, en sus tratos comerciales, en sus relaciones con los demás e, igualmente, el Jovot Halevavot declara que no puede entrar al Olam Habá a menos que les enseñe a otras personas sobre Dios.
¿Por qué es así? Porque si no tratas activamente de hacer retornar a los judíos a Dios y a su Torá, no amas realmente ni a Dios ni a sus hijos. Como escribe el Rambam en Séfer HaMitzvot (mandamiento positivo 3), sobre la mitzvá de amar a El Eterno:
Nuestros sabios dijeron que esta mitzvá incluye acercar a toda la humanidad al servicio de Dios, exaltado sea, y a creer en Él. Esto es porque, cuando amas a alguien, le prestas tu atención, lo alabas y llamas a los demás a amarlo. De la misma forma, si realmente amas a Dios, mediante tu entendimiento y conciencia de su existencia verdadera, seguramente esparcirás este conocimiento verdadero, que tú sabes, a los negadores y a los tontos.
De manera similar, dice el Sifrí: “Amarás a El Eterno”, es decir, harás que sea amado entre las personas, como lo hizo tu padre Abraham, como está escrito: “Las almas que hizo en Jarán” (Bereshit 12:5).
El Sifrí nos quiere decir que Abraham, como resultado de su profundo entendimiento de Dios, desarrolló amor por Dios, como atestigua el versículo: “Abraham, quien me amó” (Yeshayahu41:8). Este poderoso amor lo incentivó a acercar a toda la humanidad a creer en Dios. De la misma forma, tú debes amar a Dios al punto en que acerques a otras personas a Él.
Las personas comparten naturalmente las cosas que aman. Lo que nos llevará hasta nuestros prójimos judíos es nuestro amor, entusiasmo y aprecio verdaderos por Dios y la sabiduría de su Torá. En la misma medida en que amemos a El Eterno y su Torá, estaremos motivados a compartir este amor.
Más aún, el kiruv y el estudio de Torá están íntimamente relacionados. El Talmud (Avodá Zará 9a) enseña que el mundo está destinado a existir durante 6.000 años, que están divididos en tres etapas; 2.000 años de desolación, 2.000 años de Torá y 2.000 años de los días del Mesías. ¿Cuándo comenzó la era de 2.000 años de la Torá? El Talmud calcula que fue cuando Abraham tenía 52 años, cuando junto a su esposa Sará iniciaron el primer movimiento de kiruv y comenzaron a acercarse a las masas para enseñar los valores de la Torá al mundo.
La era de Torá no comenzó con Adam Ha-Rishón, tampoco con Shem y Éver, quienes tenían su propia Ieshivá. Comenzó en el momento en que Abraham se dio cuenta de que la realidad de Dios debía ser compartida con el mundo. Esto es porque el objetivo de la Torá no sólo es el perfeccionamiento personal, sino el perfeccionamiento de todo el mundo. El mesit, al tratar de alejar a los judíos de El Eterno, está destruyendo el mundo. Quien trata de traer al pueblo judío de regreso a El Eterno, lo está construyendo.

Esta parasha en Mashiaj por Yirmiyahu ben   Yisrael: Cuando   revisamos, miramos y observamos EL Mesías también nos advierte de las bendiciones y las maldiciones,   leer:  marcos 11:11-23, lucas 13:22-30. El también nos reafirma  que escojamos el camino del bien no solo por  nosotros también por las generaciones venideras y por los galardones que se recibirán o no   en el  tiempo por venir así que hermanos mira bien, observa bien y escoge lo bueno por ti  y por los tuyos.
Shabat shalom

Recopilado   por  yirmiyahu ben yisrael.

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