viernes, 4 de abril de 2014

Parashá 28 Metsorá

Parashá 28 Metsorá
Levítico 14:1 – 15:33
Para ser leída y estudiada el 5 de Nisan de 5.774
Abril 5 de 2.014
Aliyás de la Torá:

1.  14:1-12
2.  14:13-20
3.  14:21-32
4.  14:33-53
5.  14:54 – 15:15
6.  15:16-28
7.  15:29-33

Haftará: 2 Reyes 7:3-20

Los Escritos Apostólicos: Mateo 13:1 – 15:39

Metsorá
Significa “el que tiene tsaráat”.

Comentarios

El Eterno ha puesto su morada entre los hijos de Israel. Su presencia santa requiere que los hijos de Israel vivan una vida santa. El santuario terrenal puede ser contaminado por medio de las impurezas rituales de los hijos de Israel, y para evitarlo, ellos necesitan conocer todas las normas acerca de lo que produce impureza y cómo ser libres de ella. Por esta razón, en los capítulos 11 hasta 15 de Levítico, la Torá va desarrollando una enseñanza profunda en cuanto a la impureza ritual.

(No confundamos impureza Ritual con impureza moral o espiritual, pues esta última es considerada como pecado, mientras que la impureza ritual es un estado físico temporal por razones ajenas a la voluntad del ser humano, que los hacen no apto para participar de las ceremonias y rituales ofrecidos al Eterno)

Así el pueblo podrá vivir en un campamento donde mora la presencia divina. El capítulo 11 habla de la prohibición de comer animales impuros. El tipo de impureza que es producida por medio de eso no puede ser eliminado por medio de ritos de purificación y es más grave que el resto. Al tocar los cadáveres de los animales impuros se produce la impureza ritual en los hombres, pero esta impureza puede ser eliminada por medio de actos de purificación. El capítulo 12 habla de la impureza producida en la mujer por un parto. El capítulo 13 habla de la impureza producida por la plaga de traráat, traducida como “lepra”. En el capítulo 14 se habla de la purificación de tsaráat en una persona y cómo tratar con esta plaga en una casa. En el capítulo 15 se encuentra la enseñanza de la impureza ritual producida por flujos que vienen de los aparatos reproductorios del hombre y de la mujer.
Todas estas instrucciones han sido dadas con el fin de evitar que el Mishkam sea contaminado y el pueblo dañado por la presencia divina que está en medio de ellos, tanto en el desierto como luego en la tierra prometida. Las reglas en cuanto a la impureza ritual tienen que ver con la santidad en relación con la presencia física de Adonai dentro el pueblo de Israel, en el Mishkam y en el templo. Algunas de estas reglas son aplicables solamente cuando hay un santuario, como por ejemplo las que requieren sacrificios. Pero otras de estas reglas son aplicables aún en la ausencia del santuario, como las del kashrut y de nidá. Mientras que no tenemos templo, no podemos guardar las leyes que tienen que ver con los sacrificios, pero sí podemos guardar las reglas de no comer animales inmundos y la purificación de nuestros cuerpos por medio de una mikvé. El pueblo judío sigue guardando las instrucciones en cuanto a la pureza ritual que son aplicables sin el santuario, porque sigue siendo un pueblo santo.
Las reglas de tsaráat sólo son aplicables dentro de la tierra de Israel cuando hay templo, así que no aplicarán hasta que el tercer templo sea construido, y, según los profetas, lo será muy pronto.

Talmud menciona que el nombre del Mesías es “el estudioso leproso”. Por lo tanto las leyes de la purificación de tsaráat están íntimamente relacionadas con él, y más concretamente con su muerte y resurrección, como veremos a continuación.

Primera aliyá, 14:1-12

14:2  “Esta será la ley del leproso en los días de su purificación. Será llevado al sacerdote” – Este mandamiento no ha sido ejercido con mucha frecuencia en Israel. El caso de Miryam, la hermana de Moshé. Ella fue golpeada con esta plaga y seguramente cumplió con este mandamiento, cf. Números 12. Naamán, el siervo sirio, fue limpiado de su tsaráat cuando se sumergió en el río Yardén por mandato del profeta Elishá. Pero como él no era israelita, no fue aplicado sobre él el mandamiento de ir al sacerdote y presentar ofrendas. ¿Entonces por qué la Torá ha dado estas instrucciones, si no han sido necesarias a lo largo de la historia de Israel? Como una respuesta a esta inquietud surgió la idea de que cuando venga el Mesías, una de las cosas que él hará es limpiar a los hombres de la tsaráat. Esa será una de las señales del verdadero Mashíaj. Por esto está escrito en Lucas 7:18-23:

“Entonces los discípulos de Yojanán le informaron de todas estas cosas. Y llamando Yojanán a dos de sus discípulos, los envió al Señor, diciendo: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro? Cuando los hombres llegaron a él, dijeron: Yojanán HaMatbil nos ha enviado a ti, diciendo: "¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?" En esa misma hora curó a muchos de enfermedades y aflicciones, y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo él, les dijo: Id y contad a Yojanán lo que habéis visto y oído: los CIEGOS RECIBEN LA VISTA, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los POBRES SE LES ANUNCIA LA BUENA NUEVA. Y dichoso es el que no se escandaliza de mí.

La expresión “el que viene” es una expresión mesiánica. El Mesías es “el que viene”, en hebreo “habá”. La respuesta que Yeshúa da a los discípulos de Yojanán nos enseña que el hecho de que los “leprosos” son limpiados es una de las señales que el pueblo esperaba para saber quién era el verdadero Mesías, cf. Isaías 29:18; 35:5-6.

En Mateo 8:3-4 está escrito:

“Y extendiendo la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Entonces Yeshúa le dice: Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moshé, para que les sirva de testimonio a ellos.

¿Cuál fue el testimonio que los sacerdotes iban a recibir? El testimonio de que el Mesías ya había venido. Por medio de este milagro, todos los sacerdotes en el templo podrían saber que el Mesías ya estaba presente. Seguramente esta es una de las razones por las que muchos de los sacerdotes luego creyeron en Yeshúa, como está escrito en Hechos 6:7:

“Y la palabra de Elohim crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Yerushalayim, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

14:3  “y el sacerdote saldrá fuera del campamento. El sacerdote lo examinará, y si la afección ha sido sanada en el leproso” – Aquí vemos que aparece la palabra “sanado” en relación con la plaga de tsaráat. Como hemos dicho antes, las Escrituras hablan más de ser limpiado de esta plaga que de ser sanado. Pero este texto nos enseña que es obvio que hace falta un acto de sanidad para que una persona pueda ser limpiada de esta plaga.

14:4  “el sacerdote mandará tomar dos avecillas vivas y limpias, madera de cedro, lana carmesí e hisopo para el que ha de ser purificado.” – Los rabinos reconocen que no conocen a fondo el significado del por qué se usan estos ingredientes para la purificación del metsorá. Rashí y el Midrash[1] asocian las aves con las palabras sueltas de lashón hará que el metsorá habló para traer sobre sí la plaga de tsaráat. También asocian el cedro con la soberbia y el hisopo con la humildad. Como la soberbia es una de las razones por las que vino esta plaga sobre el hombre, ahora tendrá que ser purificado por medio de dos elementos que hablan de la soberbia y la humildad.
Por otro lado las Escrituras nos enseñan que las aves representan al hombre. Una de estas dos aves morirá y la otra será soltada libre. Esto puede representar dos cosas. En primer lugar representa al que tenía la plaga de tsaráat y que estaba como muerto, sin poder tener relación con nadie, expulsado fuera del campamento de Israel. Así el ave que tiene que morir, simboliza la muerte del metsorá. El ave viva que es soltada representa al metsorá que ahora es liberado de esta plaga mortal que le ataba.
En segundo lugar, y ante todo, las dos aves representan al Mesías, y específicamente su muerte y resurrección. El ave que muere anuncia la muerte del Mesías y el ave que es soltada anuncia la resurrección del Mesías. Todo el proceso de purificación de tsaráat está relacionado con el Mesías. Por eso podemos encontrar en este contexto también un trozo de madera que indica que la muerte del Mesías tiene que ocurrir sobre un madero. Como aquí se usa madera de cedro, es posible que el palo horizontal, donde fue colgado Yeshúa, haya sido de cedro.
En Números 19 el cedro, el hisopo y la lana carmesí también están mencionados como medios de purificación por medio de las ascuas de la vaca roja, como está escrito en el versículo 6:

“Y el sacerdote tomará madera de cedro, e hisopo y lana carmesí, y los echará en medio del fuego en que arde la novilla.

El cedro es uno de árboles más altos. La madera de cedro fue la madera más cara y apreciada, cf. 2 Samuel 7:2, 7; 1 Reyes 6:9, 18.

La lana carmesí simboliza la sangre y el ministerio sacerdotal. La lana viene de la oveja y fue teñida en un color rojo. Esto nos habla también de la muerte del Mesías. El Mesías está representado por “el hilo rojo” que atraviesa toda la Escritura, cf. Josué 2:18, 21.

Mientras que el cedro es uno de los árboles más altos, el hisopo es una de las plantas más bajas. Por esta razón el rey Shlomo toma estas dos plantas como dos extremos, como está escrito en 1 Reyes 4:33a:

“Disertó sobre los árboles, desde el cedro que está en el Levanón hasta el hisopo que crece en la pared.

Una parte del hisopo se parece al algodón, y fue usado para absorber líquidos. Con el hisopo pudieron pintar los dos postes y el dintel en las casas en Egipto y también salpicar agua y sangre sobre el pueblo en el desierto, cf. Éxodo 12:22; Hebreos 9:19. El hisopo es mencionado por primera vez en relación con la redención de Egipto por medio de la sangre del cordero. También está incluido en la ceremonia de la purificación por medio de las aguas purificadoras producidas por medio de las ascuas de la vaca roja, como está escrito en Números 19:18:

“Y una persona limpia tomará hisopo y lo mojará en el agua, y lo rociará sobre la tienda y sobre todos los muebles, y sobre las personas que estuvieron allí y sobre aquel que tocó el hueso, o al muerto, o al que moría por causas naturales, o la tumba.

En el Salmo 51:7 está escrito:

“Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.

No cabe duda de que la purificación de la plaga de tsaráat es la base de la oración del rey David en este Salmo. Después de su pecado con la mujer de Urías, él pide ser purificado con hisopo, para así ser libre de la “lepra” del pecado. Ser más blanco que la nieve implica tener un estado de pureza superior al que tiene un hombre que está cubierto enteramente con la plaga de tsaráat de manera que se ha vuelto totalmente blanco, como está escrito en Levítico 13:13:

“entonces el sacerdote mirará, y he aquí, si la lepra ha cubierto todo su cuerpo, declarará limpio al que tenía la afección; se ha vuelto toda blanca y él es limpio.

En Juan 19:29 está escrito:

“Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca.

Es muy significativo que el hisopo vuelve a la escena de las Escrituras en relación con la muerte de Yeshúa. Esto nos enseña que la muerte del Mesías está relacionada con el acto de purificación de la tsaráat.

14:5 “Después el sacerdote mandará degollar una de las avecillas en una vasija de barro sobre agua corriente.” – La vasija de barro representa al cuerpo humano, que fue sacado de la tierra, cf. 2 Corintios 4:7. El agua corriente puede representar la Torá o el Espíritu del Altísimo. El agua también podría simbolizar la muerte, cf. 2 Samuel 14:14; Juan 19:34.

14:6  “En cuanto a la avecilla viva, la tomará junto con la madera de cedro, el cordón escarlata y el hisopo, y los mojará junto con la avecilla viva en la sangre del ave muerta sobre el agua corriente.” – La avecilla viva que está juntada con madera de cedro representa al Mesías que fue colgado sobre madera para así limpiar al hombre de la lepra del pecado. La avecilla viva es sumergida en la sangre del ave muerta. Esto representa el momento de la muerte de Yeshúa. El ave viva no es dejada en la sangre en el agua hasta que muera, sino es sacada de allí. Esto simboliza la muerte y resurrección del Mesías.
Las dos aves también podrían representar las dos inclinaciones dentro del hombre, el yetser hará y el yetser hatov, la mala inclinación y la buena inclinación. La primera de estas tiene que morir y la otra podrá vivir. Esto también es un resultado de la obra redentora del Mesías Yeshúa.

14:7  “Después rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra, lo declarará limpio, y soltará al ave viva en campo abierto.” – El ave soltada simboliza la libertad del que es purificado y también de la vida de resurrección del hombre cuando finalmente será liberado del pecado y de la muerte. Esto también es un resultado de la muerte y resurrección del Mesías Yeshúa.

14:10 “En el octavo día tomará dos corderos sin defecto, una cordera de un año sin defecto, tres décimas de una efá de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de cereal y un log de aceite” – La purificación finalmente se llevó a cabo en el octavo día. El octavo día anuncia dos cosas: el día, que es la base para la liberación del hombre que ha sido infectado con la lepra del pecado. El octavo día también habla del octavo milenio después de Adam, cuando todos los hombres sobrevivientes, que no participaron de la primera resurrección, finalmente serán liberados del pecado. Durante el milenio estarán presentes los que sobrevivieron la última guerra contra Yerushalayim, cf. Zacarías 14; Revelación 19. Durante el reinado mesiánico habrá dos clases de hombres, los redimidos y los sobrevivientes. Los que antes habían puesto su fe en el Mesías Yeshúa serán resucitados y/o transformados para obtener cuerpos glorificados. Ellos son los redimidos. Ellos participarán de la primera resurrección.
Sin embargo, no todos los hombres serán transformados con la segunda venida del Mesías. Los que no son matados durante el resplandor de su venida, tendrán sus cuerpos mortales y vivirán en paz bajo el reinado mesiánico. Ellos son los sobrevivientes. Estos hombres mortales tendrán la oportunidad de pasar al siglo siguiente, en el octavo milenio después de Adam, pero bajo otras condiciones que los redimidos que participaron de la primera resurrección. Ellos también serán liberados del pecado, que todavía tenían durante el reino mesiánico, porque está escrito en 2 Pedro 3:13:

“Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.

En esos nuevos cielo y nueva tierra, que vendrán después del reino milenial mesiánico, sólo morará la justicia. Así que el pecado habrá sido totalmente eliminado. El octavo milenio después de Adam, es decir, en la era que vendrá después del reinado mesiánico, no habrá pecado, y la lepra del pecado del hombre será finalmente eliminada. Esto también es un resultado de la muerte y resurrección del Mesías Yeshúa.

Segunda aliyá, 14:13-20

14:14 “Entonces el sacerdote tomará de la sangre de la ofrenda por la culpa, y la pondrá el sacerdote sobre el cartílago de la oreja derecha del que ha de ser purificado, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho.” – Es posible que este versículo muestre que el que es purificado necesita la sangre sobre tres lugares que representan el pecado que le llevó a recibir la tsaráat. Si su oreja estuchó la lashón hará, si metió la mano donde no debía y si puso su pie donde no le correspondía, fue golpeado con tsaráat. Por eso su purificación es aplicada sobre estos tres lugares de su cuerpo.
Este rito es muy similar al rito de la instalación de los sacerdotes en el tabernáculo, como está escrito en Éxodo 29:20:

“Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el cartílago de la oreja derecha de Aharón, y sobre el cartílago de la oreja derecha de sus hijos, y sobre el pulgar de su mano derecha, y sobre el pulgar de su pie derecho, y rociarás el resto de la sangre en el altar por todos los lados.

¿Cómo vamos a entender esto? Tanto los sacerdotes como el que es purificado de tsaráat es objeto del mismo rito. Por un lado podríamos entenderlo como que el que había tenido tsaráat ahora tiene el derecho para acercarse al Mishkam o Templo. En ese sentido se asemeja al ministerio del sacerdote que tiene el derecho de estar cerca del Eterno.
Sin embargo, por el otro lado hay algo más profundo aquí. Como el Mesías está asociado con un hombre “leproso”, llamado en el Talmud “el estudioso leproso”, todo este proceso de purificación del metsorá está hablando de lo que el Mesías tenía que pasar para poder entrar en su gloria. Como él no tenía propio pecado, pudo cargar sobre sí el pecado de todo el mundo. De esta manera la lepra del pecado del hombre fue cargada sobre él, como está escrito en Isaías 53:4-6:

“Ciertamente él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Elohim y afligido. Mas él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre él, y por sus heridas hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Eterno hizo que cayera sobre él la iniquidad de todos nosotros.

Después de la resurrección Yeshúa fue limpiado de la impureza que había obtenido por medio de la lepra del pecado, como está escrito en Zacarías 3:2b-5:

“¿No es éste un tizón arrebatado del fuego? Y Yehoshúa estaba vestido de ropas sucias, en pie delante del ángel. Y éste habló, y dijo a los que estaban delante de él: Quitadle las ropas sucias. Y a él le dijo: Mira, he quitado de ti tu iniquidad y te vestiré de ropas de gala. Después dijo: Que le pongan un gorro limpio en la cabeza. Y le pusieron un gorro limpio en la cabeza y le vistieron con ropas de gala; y el ángel del Eterno estaba allí.

Mediante este acto de purificación Yeshúa fue introducido en el ministerio sacerdotal según el orden de Malki-Tsedek. Por eso hay una semejanza entre el rito de purificación del metsorá y la instalación en el ministerio sacerdotal, cf. Éxodo 29:7, 20-21; Levítico 14:14, 17-18.

Tercera aliyá, 14:21-32

14:21 “Pero si es pobre y no tiene suficientes recursos, entonces tomará un cordero como ofrenda por la culpa, como ofrenda mecida, a fin de hacer expiación por él, y una décima de una efá de flor de harina mezclada con aceite para ofrenda de cereal, y un log de aceite” – Aunque el hombre sea pobre no hay rebaja en cuanto al animal que se tenía que dar como ofrenda por la culpa. Tanto el rico como el pobre tenían que dar un cordero por la culpa. Esto nos enseña que el precio para liberar al hombre no puede rebajarse, es el mismo para el rico como para el pobre. El precio es la muerte del Cordero de Elohim. Por medio de la muerte del Cordero tanto el rico como el pobre podrán ser libres del pecado y purificados para poder entrar en el santuario celestial y estar cerca de el Eterno y servir en el ministerio de Malki-Tsedek. Que es celestial.

Cuarta aliyá, 14:33-53

14:34 “Cuando entréis en la tierra de Kenáan, que os doy en posesión, y ponga yo una marca de lepra sobre una casa en la tierra de vuestra posesión” – Esta ley sólo se aplica sobre las casas en la tierra de Israel. Sin embargo, las casas que están en la ciudad de Yerushalayim nunca podrán ser declaradas impuras. Además las casas tenían que ser de una manera especial para que esta ley aplicara sobre ellas. Sólo las casas que tenían piedra, madera y tierra en las paredes podían ser declaradas tamé, cf. 14:45.

14:45 “Derribará, pues, la casa, sus piedras, sus maderas y todo el emplaste de la casa, y los llevará fuera de la ciudad a un lugar impuro.” – El mundo es una casa. El Eterno ha enviado sus ángeles para inspeccionar si la casa está libre de contaminación. Pero aunque fue raspada una vez por medio del diluvio, volvió a aparecer la maldad y se está extendiendo. Por lo tanto no queda más remedio que derribar la casa. Este mundo será destruido después del milenio del reino mesiánico, como está escrito en 2 Pedro 3:10-13:

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Elohim, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia.”

Quinta aliyá, 14:54 – 15:15

15:2  “Hablad a los hijos de Israel y decidles: "Cuando cualquier hombre tenga flujo de su cuerpo, su flujo es impuro.” – La palabra hebrea que ha sido traducida como flujo es “zav”,[2] y significa “emisión”, “flujo”, “corriente”, “emanación”. Aquí no se refiere a la emisión de semen, sino de otro tipo de flujo. Como la palabra flujo se repite dos veces, se deduce que la impureza ritual empieza a partir de la segunda emisión de flujo. Este tipo de impureza es más severo que la impureza producida por la emisión del semen y requiere sacrificios para su purificación, cf. v. 14-15.

15:4  “Toda cama sobre la cual se acueste la persona con flujo quedará impura, y todo sobre lo que se siente quedará impuro.” – Rashí destaca que los verbos “se acueste” y “se siente” están escritos de manera que no puede referirse a objetos que están designados para otra función que la de recostarse o sentarse. Con otras palabras, sólo se refiere a camas y sillas.

15:5  “Además, cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer” – Una cama que ha sido tocada por el zav, el que padece flujo, se ha convertido en una fuente primaria de impureza, en hebreo “av hatumá” y por eso tiene la capacidad para transmitir impureza a las personas. La persona que ha tocado una cama tocada por un zav transmite incluso impureza a sus propias ropas. Por eso tendrá que pasar tanto su ropa como todo su cuerpo por una mikvé para poder ser tahor, ritualmente puro. La purificación se hace efectiva a la caída del sol.
Si el zav toca otros objetos, no se convierten en fuente primaria de impureza, sino en resultado de impureza, en hebreo “velad hatumá”, y sólo pueden transmitir impureza ritual a alimentos y bebidas.
El hecho de que la persona que se ha sumergido en una mikvé no obtiene pureza ritual hasta la tarde es una evidencia de que lo que finalmente hace efectiva la purificación es la muerte del Mesías, que ocurrió por la tarde.

15:9  “Y toda montura sobre la cual cabalgue la persona con el flujo quedará impura.” – Una montura queda impura pero no con el mismo grado de impureza que las camas y las sillas que han estado debajo del zav. Esto significa que el que toque una montura donde ha cabalgado un zav, no necesita sumergir su ropa en una mikvé, sino sólo su cuerpo. Según Rashí, esto sólo se refiere a las partes de la montura que no son el mismo asiento. En cuanto al asiento obtiene el mismo nivel de impureza que una silla.

15:13 “Cuando el hombre con el flujo quede limpio de su flujo, contará para sí siete días para su purificación; entonces lavará su ropa, bañará su cuerpo en agua corriente y quedará limpio.” – La palabra hebrea que ha sido traducida como “corriente” es “jai”,[3]  que significa “vivo”, “crudo”, “fresco”. Esto nos enseña que sólo el agua viva, de manantial, es capaz de purificar un cuerpo que tiene impureza ritual. Por lo tanto, para que una mikvé pueda purificar, tendrá que tener aguas que hayan sido introducidas en la mikvé de manera natural, no por medio de la intervención del hombre. Con otras palabras, una piscina a la cual el agua haya sido llevada por la fuerza del hombre, por una bomba de agua, o por tuberías de metal (que pueden llegar a ser impuras), no es apta para la purificación. El agua tiene que llegar a esa mikvé de manera natural.

Sexta aliyá, 15:16-28

15:16 “Y si un hombre tiene emisión de semen, bañará todo su cuerpo en agua y quedará impuro hasta el atardecer.” – Los versículos 2-15 tratan del caso de un hombre zav, que es impuro por el flujo que sale desde su miembro viril, sin que tenga emisión de semen. A partir del versículo 16 la Torá da instrucciones acerca del que tiene emisión seminal. La emisión de semen produce un estado de tamé en el hombre, pero en un nivel inferior al del zav. La Torá dice que el hombre que tiene emisión de semen tendrá que “bañar” todo su cuerpo en agua para poder ser purificado a la caída del sol. La palabra hebrea que ha sido traducida como “bañará” es “rajats”,[4] que significa “lavar”, “bañar”, “limpiar”, “hacer abluciones”, “purificar con agua”, cf. 2 Reyes 5:10, 14.
Ahora, si él usa cualquier agua para lavarse, no será purificado, puesto que el agua quedaría impura al tocar al que es tamé. Hemos visto en Levítico 11:36 que la única agua que no puede volverse impura es la que está en una mikvé compuesta por una fuente natural y un hoyo. Por lo tanto, la única agua que sirve para lavarse de la impureza es el agua de una mikvé con esas características. Muchos ríos y lagos son aptos para la purificación, cf. Juan 3:22-23.
Este versículo dice que todo el cuerpo, literalmente “toda su carne”, tiene que ser bañado en el agua. Levítico 11:32 enseña que los objetos que son introducidos en el agua de una mikvé son purificados. De esto deducimos que es necesario que el que se purifique se sumerja en el agua. Además tiene que estar sin objetos que obstruyan el contacto directo con el agua, (lo correcto es, sin ropa) con otras palabras, tiene que estar totalmente desnudo para que su purificación sea válida.
De este versículo también deducimos que el tamaño de la mikvé tiene que ser suficientemente grande como para que un hombre pueda introducir todo su cuerpo en ella. El Talmud afirma que tiene que ser de 40 seá, lo cual corresponde a unos 700 litros (unos 25 pies cúbicos).

15:18 “Si un hombre se acuesta con una mujer y hay emisión de semen, ambos se bañarán en agua y quedarán impuros hasta el atardecer.” – El único lugar donde el semen no causa impureza es dentro de la mujer, puesto que sólo causa impureza ritual cuando toca las partes exteriores de un cuerpo. Así que la mujer no queda impura por su contacto con el semen dentro de ella. Rashí dice que es por un decreto del Soberano. Podemos entender que allí se gesta una de la maravillas de la creación, la vida. Si el acto carnal está dentro de las normas de la Torah, es decir bajo la complacencia del Eterno, también es una bendición del Creador por el gozo que este causa.

El estado de tamé, impureza ritual en la emisión de semen, es producido en el hombre por tener algún tipo de contacto con la muerte. El cuerpo humano es la fuente principal de impureza ritual. Por lo tanto, la relación sexual tiene que ver con la muerte, puesto que millones de espermatozoides mueren sin producir vida humana. El mismo pensamiento está detrás de la menstruación de la mujer. Por no haberse quedado embarazada, ese óvulo que era un niño en potencia, es expulsado sin que se haya formado una vida nueva. Esto es, en cierto modo, un contacto con la muerte y por esto produce impureza ritual en la mujer.
Las enfermedades que afectan el sistema reproductorio en el hombre y en la mujer producen impureza ritual, porque atentan contra la procreación de la vida humana.
El Elohim de Israel es el Elohim vivo y el Elohim de los vivos. Por eso es necesario eliminar todo contacto con la muerte en relación con el culto a él. El hecho de meter los cadáveres en una iglesia que, supuestamente, sería un lugar de culto al Altísimo, es una ofensa y una contradicción a las instrucciones que Él ha dado acerca de la santidad.

15:19 “Cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su estado impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará impuro hasta el atardecer.” – En los versículos 19-24 se encuentran las instrucciones en cuanto a la mujer durante su estado de separación mensual, en hebreo “nidá”. Este versículo dice que el tiempo de nidá es de siete días.
El primer día es contado cuando ella empieza a manchar con sangre. Independientemente de la hora del día cuando esto ocurra, ese día se cuenta como el primer día, incluso si sólo quedaran unos minutos hasta la caída del sol y la aparición de las primeras tres estrellas. Recordemos que el día empieza después de la caída del sol cuando se puedan ver dos o tres estrellas. Así que el día en que empieza el flujo de sangre es contado como un día entero. Luego ella va contando los días hasta llegar al final del séptimo día, poco antes de la caída del sol. Luego de hacer la prueba con un paño blanco y comprobar que no hay flujo. Entonces ella se sumerge en una mikvé para purificarse y, a la caída del sol, queda ritualmente purificada y podrá unirse con su marido de nuevo durante la noche del octavo día y así hasta la llegada de la siguiente nida. Esto es lo que enseña la Torá. Además de esto, los rabinos han hecho una cerca de protección alrededor de este mandamiento y añadido siete días después del último día de flujo.
En la Mishná[5] está escrito que la escuela de Hilel enseña que la mujer no necesita hacer un baño ritual al final de los días de su purificación para quedarse pura. Por el contrario, la escuela de Shamai afirma que sí es necesario. El judaísmo actual sigue la halajá de Shamai en este caso.
La persona que toca una mujer nidá queda ritualmente impura y no podría entrar en el templo ni comer de las cosas consagradas o de los sacrificios durante ese día.
Esto nos enseña que el esposo no debe tocar su mujer cuando ella está en el estado de nidá. Si él va a presentarse en oración delante del Eterno con manos santas no debe haber tocado a su esposa cuando está en el estado de nidá, como está escrito en el Salmo 24:3-4:

“¿Quién subirá al monte de El Eterno? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El de manos limpias y corazón puro; el que no ha alzado su alma a la falsedad, ni jurado con engaño.”

Este texto nos enseña que no se puede venir ante la presencia de Adonai para servir en Su altar con manos contaminadas. La palabra hebrea que ha sido traducida como “limpias” es “nakí”[6] que significa “puro”, “inocente”, “sin culpa”, “libre”. En primer lugar se trata de tener las manos limpias de hechos que hayan producido impureza moral, violencia, robo, fornicación adulterio etc. Pero también significa que las manos deben ser ritualmente puras para poder ser presentadas ante nuestro ABBA, e incluso deben haber sido lavadas en agua para que estén limpias higiénicamente.

En 1 Timoteo 2:8 está escrito:

“Por consiguiente, quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones.

En Hebreos 10:22 está escrito:

“acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura.
  
15:21 “Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará impuro hasta el atardecer.” – La cama y las sillas donde se sienta la mujer nidá transmite más impureza que la misma mujer. El que toque una cama o una silla donde ella se haya acostado o sentado, no solamente queda impuro, como en el caso de tocarla, sino también transmite impureza a sus propias ropas y necesita, no solamente, pasar por mikvé, sino también sumergir su ropa en la mikvé pues esta quedaba manchada. Hoy ya existen productos que hacen no manifiesta la impureza física exteriormente, evitando la contaminación  a diferencia de la época en que se escribió la Biblia. Es responsabilidad de la mujer, evitar el contacto en ese estado con el hombre.
(Los hombre debemos evitar el contacto físico con mujeres en edad de nidá y particularmente con mujeres que no son del conocimiento de la Torah. Las que son de la Torah evitaran La contaminación ritual.)

15:24 “Y si un hombre se acuesta con ella y su impureza menstrual lo mancha, quedará impuro por siete días, y toda cama sobre la que él se acueste quedará impura.” – La Torá prohíbe que haya relaciones maritales durante el tiempo de la nidá, como está escrito en Levítico 18:19:

“Y no te acercarás a una mujer para descubrir su desnudez durante su impureza menstrual (nidá).

En Levítico 20:18 está escrito:

“Si alguno se acuesta con mujer menstruosa y descubre su desnudez, ha descubierto su flujo, y ella ha puesto al descubierto el flujo de su sangre; por tanto, ambos serán cortados de entre su pueblo.

En Ezequiel 18:5-6 está escrito:

“Pero el hombre que es justo, y practica el derecho y la justicia, y no come en los santuarios de los montes ni levanta sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni amancilla a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer durante su menstruación

En Ezequiel 22:10 está escrito:

“En ti se ha descubierto la desnudez del padre, en ti han humillado a la que estaba impura por su menstruación.

¿Cómo es posible que en Levítico 15:24 se habla de que un hombre pueda acostarse con una mujer de manera que su impureza menstrual lo manche si está totalmente prohibido tener relaciones durante los siete días de nidá de la mujer? La explicación lógica es que aquí no se trata de que el hombre se acueste con su esposa durante la semana de nidá, sino justo al comenzar esa semana. Sin darse cuenta tuvieron una relación, por equivocación, justo cuando su flujo empezó. En ese caso el varón queda impuro durante una semana, al igual que la mujer. En el otro caso, ambos son castigados por la pena de karet, corte de la persona de su raíz divina y muerte espiritual.

El avance de la tecnología moderna ha hecho mas llevadero y fácil el cumplimiento de los mitzvot, y las posibilidades de contaminación ritual se ha venido reduciendo notoriamente, así que el solo evitar el contacto físico durante la nida es suficiente.

15:25 “Si una mujer tiene un flujo de sangre por muchos días fuera del período de su impureza menstrual, o si tiene un flujo después de ese período, todos los días de su flujo impuro continuará como en los días de su impureza menstrual; es impura.” – Ahora la Torá trata de la zavá, que es un caso diferente a la menstruación normal (nidá). Se trata de tener flujo de sangre fuera de los siete días de nidá. En el caso de que la mujer sangre uno o dos días más, es decir, en total ocho o nueve días, ella no pasa al estado de zavá, porque está escrito “por muchos días fuera del periodo de separación”. Necesita haber, por lo menos, tres días de flujo, fuera del periodo menstrual, para que sean considerados como “muchos días”. Cuando este flujo de sangre anormal se limita a uno o dos días, ella puede bañarse el día siguiente al flujo y esperar hasta la tarde. Si no hay flujo por la tarde, ella se vuelve pura y podrá unirse otra vez con su marido.
Podría ser que el flujo de la menstruación se alargue tres días fuera de los siete días o podría ser que haya flujo, durante tres días o más, en el período de los primeros once días después de los siete días de nidá. En estos casos ella entrará en el estado de zavá y necesitará tener un periodo de siete días limpios para poder llegar a ser ritualmente pura. Al final de los siete días limpios ella se sumerge en la mikvé y a la caída del sol queda pura. En el octavo día necesitará presentar sacrificios en el templo para su expiación, al igual que el varón cuando es purificado de su estado de zav, como ya hemos visto en Levítico 15:2-15.

Los rabinos han unificado las leyes de los dos casos de nidá y zavá por razones de protección del pueblo. Han hecho una cerca de protección alrededor de la Torá por causa de los peligros de confusión en la aplicación de estas prescripciones y por el rigor de la pena de karet en el caso de su violación. El rabí Yaakov Ben Asher escribe:[7]

“Cuando aumentaron las dificultades del exilio, cuando las tribulaciones se multiplicaron y los corazones se volvieron a afligir, los Sabios temieron que pudieran producirse errores en el cómputo de los días considerados como puros, mientras que en realidad eran impuros. Ahora bien, como cualquier error en este aspecto puede conllevar un “isur karet”, la pena de cercenamiento, decretaron de una manera general, que la menor pérdida de sangre impura exige, para volver al estado de pureza, que se cumpla con un período de siete días puros, previos a la inmersión.”

Esto significa que hoy en día los rabinos enseñan que después de la última mancha de sangre que se produce en un paño que se usa para hacer la inspección, hay que contar siete días limpios, llamados “la semana blanca”. Al final de esos siete días la mujer se sumerge en la mikvé para luego unirse con su marido después de la caída del sol. Estas reglas hacen que el período de separación sea más largo que lo que prescribe la Torá. El resultado de un periodo más largo de abstinencia y espera resulta en una renovación mensual de las emociones sexuales. El Talmud[8] cita las palabras del rabí Meír diciendo:

“¿Por qué ordena la Torá que la impureza de la menstruación continúe durante siete días? Porque cuando (el marido) está en contacto constante con su esposa podrá desarrollar una desgana hacia ella. La Torá, por lo tanto, ordena: Que sea impura durante siete días para que sea amada por su esposo como el momento en que ella entró en el lecho nupcial.”

Cabe destacar aquí que la Torá no enseña que la mujer debe contar siete días después de haber tenido su flujo menstrual normal, sino sólo siete días a partir del inicio de su menstruación. Si su flujo cesó durante esos siete días, ella queda pura después de la caída del sol al final del séptimo día.

La orden de “una semana blanca” después del flujo normal de menstruación es de carácter rabínico. Sin embargo, los resultados de un periodo más largo de espera, después del tiempo de nidá, son beneficiosos para el matrimonio.

En esta parashá aparecen los mandamientos 173-183 de los 613.

173.    Precepto de que la purificación de la afección de tsaráat deberá ser hecha mediante ciertos componentes específicos, Levítico 14:2.
174.    Precepto del individuo que tuvo tsaráat (el metsorá) de rasurarse todo el cuerpo en el séptimo día de su purificación, Levítico 14:9.
175.    Precepto de sumergirse en una mikvé cuando un individuo está en estado de impureza, Levítico 14:9.
176.    Precepto al individuo que tuvo afección de tsaráat (el metsorá) de ofrecer una ofrenda cuando completa su purificación, Levítico 14:10.
177.    Precepto de declarar como impura a una casa afectada por tsaráat, Levítico 14:35.
178.    Precepto de que el hombre con una emisión de su órgano sexual (zav) es impuro, Levítico 15:2-3.
179.    Precepto para el hombre que tuvo una emisión de su órgano sexual (zav) de traer una ofrenda después de haberse curado, Levítico 15:13-14.
180.    Precepto de que un hombre con emisión seminal es impuro, Levítico 15:16.
181.    Precepto de que una mujer con flujo menstrual es impura, Levítico 15:19.
182.    Precepto de que una mujer con flujo (zavá) es impura, Levítico 15:25.
183.    Precepto para una mujer con flujo (zavá) de ofrecer una ofrenda después de curarse de su flujo, Levítico 15:28-29.

¡SHABAT SHALOM!

Estudio del Dr. Ketriel Blad

Adaptado con aportes de: HOSHEA BEN YISRAEL

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